jueves, 18 de agosto de 2016

Araña

Araña

En los bancos crecen tejen la cárcel de éter que devora el presente
Treinta años de tejido hacen de este un sitio mullido
Aunque pida a gritos la demolición
Teje araña, teje, teje que tus hijos no se puedan caer
Teje araña, teje, teje que tus hijos no se puedan mover
La gran dama te visita siempre que lo necesitas
Dices ya no puedo respirar
Te protege extendiendo 100 hebras más
Teje araña, teje, teje que tus hijos no se puedan caer
Ni falta que te hace dice ella como ida mirando al mar
Agarramos sus patitas las mordemos hasta oírlas crujir
Teje araña, teje, teje que tus hijos no se puedan mover
Cae de bruces la reina
Cae de bruces de reina 


Muerta la araña se acabo la rabia 
Ya no queremos morir en alcohol 
Y celebramos que ya no somos presas
de sus planes de algodón


Araña, Tulsa

jueves, 28 de julio de 2016

Pulsera "Turttle Blues"


Pulsera de latón tubo plateado brillante con
cuentas de cristal checo y entrepieza de howlita

I guess I'm just like a turtle
That's hidin' underneath its hardened shell
Oh, oh, oh, yeah, like a turtle
Hidin' underneath its hardened shell
But you know I'm very well protected
I know this goddamn life too well

Turttle Blues, Janis Joplin


Supongo que soy como una tortuga
que se esconde debajo de su duro caparazón.
Oh, oh, oh, sí, como una tortuga,
escondiéndose dentro de su duro caparazón.
Pero sabes que estoy muy bien protegida,
conozco esta maldita vida demasiado bien.

jueves, 17 de marzo de 2016

Pendientes "Los ecos de Nefertiti"

Pendientes de aros plateados con gancho
baño de plata 925 y cuentas de cristal


El pasado mes de agosto, el arqueólogo Nicholas Reeves creyó escuchar el eco de Nefertiti tras las paredes de la tumba de Tutankamón. A día de hoy, un escaneo de radar sugiere que detrás de esas paredes es posible que existan otras cámaras ocultas. ¿Finalmente descubriremos, ya no el rostro pero sí la osamenta, de la real Nefertiti?


Busto de Nefertiti, Tutmose, c. 1345 a.C. Neues Museum, Berlín
El tiempo y los científicos lo dirán. Es probable que la tecnología nos muestre un rostro menos idealizado de esta reina. Un rostro más humano y menos divino. Una mujer de verdad. Y mientras tanto, nosotros, nos seguiremos cruzando por las calles con mujeres valientes, luchadoras y poderosas; Nefertitis hermosas -no sólo por fuera, también y sobre todo por dentro-,  reinas de ámbar y lapislázuli como la portadora de estos pendientes.

Quizás nuestras Nefertitis no tengan un dios-rey a su lado. Quizás no les escriban poemas como Akenatón a su reina. Quizás, simplemente se sienten felices con compartir sus vidas con hombres -humanos-, que les apoyan y les acompañan. 

Reina de las arenas
que a tus pies
se desborda el Nilo.
Amárrame a tus cadenas
que la vida es como es
pero vivo pendiente del hilo
que me alarga las esperas.
Que todo mi reino daría
por esas caderas
y por ese cuello
que es la romería
de mi boca desbocada.
Y deshojaré el velo
que esconde tu mirada
bajo el clamor
de tu cabello al viento
para entre Karnac y Luxor
peregrinar por el amor
y el perfume de tu aliento.
Mi reina, yo te daría
la fuerza de los dioses
el compás de una letanía,
un imán entre la distancia
y los roces,
un perfume en la fragancia
de esta calma enloquecida.
Y por ti perdería la vida
naufragando en tu belleza
y tu calor.
Y tal vez no tenerte sería
mendigar con riquezas
carentes de valor.
Nefertiti, desliz
de una sábana en celo,
corazón de un final feliz
y reina de los mares del cielo.
 El edén y el infierno trepanan memorias
desempolvan antiguas quimeras
como la decepción y la gloria
y ese carruaje que ojalá no volviera..

Carta de Amenofis IV (Akenatón) a su esposa Nefertiti (traducción del Poema dedicado a Nefertiti, encontrado en Egipto en el año 1830, encontrado en la antítesis de la Piedra Roseta, grabado en mármol, escrito por Akenatón).


miércoles, 9 de marzo de 2016

Desolación

Desolación, tpyd


La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde 
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera. 
La tierra a la que vine no tiene primavera: 
tiene su noche larga que cual madre me esconde.

El viento hace a mi casa su ronda de sollozos 
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito. 
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito, 
miro morir intensos ocasos dolorosos.

¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido 
si más lejos que ella sólo fueron los muertos? 
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto 
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!

Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto 
vienen de tierras donde no están los que no son míos; 
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos 
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos.

Y la interrogación que sube a mi garganta 
al mirarlos pasar, me desciende, vencida: 
hablan extrañas lenguas y no la conmovida 
lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.

Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa; 
miro crecer la niebla como el agonizante, 
y por no enloquecer no encuentro los instantes, 
porque la noche larga ahora tan solo empieza.

Miro el llano extasiado y recojo su duelo, 
que viene para ver los paisajes mortales. 
La nieve es el semblante que asoma a mis cristales: 
¡siempre será su albura bajando de los cielos!

Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada 
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa; 
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa, 
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.

Desolación, Gabriela Mistral

lunes, 4 de enero de 2016

Marcapáginas "Botánica oculta"

Marcapáginas con cola de ratón y entrepiezas
de zamak y metálicas

JACINTO (Hyacinthus orientalis). En el libro Secreti di Don Alessio Piemontesen (siglo XVII) se informa que el jugo de la raíz del Jacinto impide el desarrollo piloso, hace retrasar la pubertad y cura los tumores de los testículos. Dice Putz que, para obtener jacintos en invierno, desde septiembre a noviembre se llenan de agua unas botellas que deberían ser proporcionadas al tamaño de los bulbos de la planta. Estos bulbos se colocan de modo que la corona, o sea el punto por donde salen las raíces, toque al nivel del agua, la que se renovará cada veinte días, y echándola un poco de sal de amoníaco para que no se corrompa. Este cultivo ofrece un agradable entretenimiento, pues los jacintos, ostentando la belleza de sus flores durante el invierno, cuando no existen en los jardines, constituyen una agradable sorpresa en quienes ignoran la manera de obtenerlos, y cuyo cultivo se reduce a los dicho y a darles luz y aire de vez en cuando.

Botánica oculta o el falso Paracelso, Juan Perucho