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Collar de cadena de bolitas bronce con camafeo chapa y acuarela |
Víctor Sampedro : Ustedes dos destacan como intelectuales y escritores que se pronuncian sin ambages sobre la tarea que han de ejercer. Saramago dice, o hace decir a la mujer del médico en El Ensayo sobre la ceguera : “Yo soy la que nació para ver el horror del mundo”. Y añade : “Es preciso defendernos todos los días contra la degradación”. A lo que Ignacio Ramonet precisa : “Se trata de resistir políticamente, día a día, contra la oscura disolución de la política misma en la resignación o la desesperanza”. ¿Qué responden a quienes les tachan, respectivamente, de “pensador pesimista” y de “trasnochado teórico de la conspiración” ?
José Saramago : Bueno, a veces necesito mucha paciencia para aguantar los tópicos que circulan sobre mí. No tengo ninguna responsabilidad sobre éste que se instaló pero que no tiene nada que ver con la objetividad ni con la racionalidad. Es decir, cuando se califica a fulano de optimista o pesimista se le aplican unas categorías que no significan nada. Normalmente, se sobreentiende que una es positiva y la otra negativa. El optimismo resulta positivo por su supuesto carácter constructivo. Siempre, casi como rutina, el optimista encuentra algo bueno que señalar. Si uno destaca que algo va mal, siempre aparece ese otro diciendo : “Pero, bueno, las cosas han mejorado. Hace 100 años era muchísimo peor”. Lo que no reconoce es que ahora todo podría, debería ser aún muchísimo mejor. El pesimista, finalmente, no es tal, porque si no ya se habría pegado un tiro en la cabeza para no aguantar más la vida. Al contrario, sigue viviendo e insiste en decir que si el vaso sólo contiene mitad de agua, la discusión no es si está medio lleno o medio vacío. Estas afirmaciones no deben calificarse ni de optimistas ni de pesimistas. El hecho es que un vaso medio lleno o medio vacío sólo puede matar la mitad de una sed.
(Extracto de : Víctor Sampedro, “Faros” "Un diálogo con José Saramago e Ignacio Ramonet sobre geopolítica y globalización", capítulo del libro Ciudadanos de Babel, editado por Punto de Lectura – Fundación Contamíname, Madrid, 2002. Se publicó en junio 2002 en Le Monde diplomatique en español).