miércoles, 29 de agosto de 2012

De ciegos y elefantes

Cuentan que, en el Indostán,
determinaron seis ciegos
estudiar al elefante,
animal que nunca vieron.
(Ver no podían, es claro;
pero sí juzgar, dijeron)

El primero se acercó
al elefante, que en pie
se hallaba. Tocó su flanco
alto y duro; palpó bien
y declaró: El elefante
es ¡igual que una pared!

El segundo, de un colmillo
tocó la punta aguzada,
y sin más dijo: ¡Es clarísimo!,
mi opinión ya está tomada:
Bien veo que el elefante
es ¡lo mismo que una espada!.

Toca la trompa el tercero,
y, en seguida, de esta suerte
habla a los otros: Es largo,
redondo, algo repelente...
¡El elefante - declara -
es ¡una inmensa serpiente!.

El cuarto, por una pata
trepa, osado y animoso;
¡oh, qué enorme tronco! -exclama.
Y luego dice a los otros:
Amigos, el elefante
es ¡como un árbol añoso!.

El quinto toca una oreja
y exclama: ¡Vamos, amigos,
todos os equivocáis
en vuestros rotundos juicios!,
yo os digo que el elefante
es ¡como un gran abanico!.

El sexto, al fin, coge el rabo,
se agarra bien, por él trepa...:
¡Vamos, vamos, compañeros;
ninguno en su juicio acierta!.
El elefante es..., ¡tocadlo!,
una soga... Sí, ¡una cuerda!.

Los ciegos del Indostán
disputan y se querellan;
cada uno está seguro
de haber hecho bien su prueba...
¡Cada uno tiene un poco
de razón...y todos yerran!

Sucede así cada día
en bastantes discusiones;
quienes disputan, cada uno
piensa justas sus razones.
Y discuten, juzgan, definen sin más,
¡a un elefante que no vieron jamás!


El ciego y el elefante, John Godfrey Saxe I
 
Collar con cuentas de cristal checo, de madera, colgante de howlita,
cola de ratón y cierre de zamak imantado


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