Según la mitología griega, la diosa Atenea -nacida de la cabeza de Zeus y considerada por ello la diosa de la razón-, escogió a un búho (otros dicen que la lechuza por ser más pequeña para poder llevarla en su hombro, aunque del mismo género) como acompañante con el que custodiaba por la noche la Acrópolis de Atenas, ciudad de la cual era patrona.
Si el búho es el símbolo de la filosofía, lo es porque sus ojos representan la inteligencia, simbolizando la sabiduría y el conocimiento. A esta ave que ve de noche, como al sabio, ninguna cosa se le esconde por más encubierta que parezca. Es su visión siempre a medias, revocable, que siempre exige volver a mirar, abrir perspectivas, superar apariencias, reconsiderar la cosas para adquirir de ellas el conocimiento menos distorsionado posible.
"Así como esta ave está de día escondida y retraída en lugares oscuros, apartada de la conversación de las otras aves, así el sabio con deseo de la especulación se retrae a lugares solitarios, porque en la familiaridad y frecuencia de la gente no hay quieto reposo para filosofar; y porque el contemplar y considerar tiene más fuerza de noche que de día" (Juan Pérez de Moya- 1585).
Por cierto, este búho es de jaspe rojo.
Gargantilla con búho de jaspe rojo |
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